Seguimos escribiendo fútbol sin cesar. Son muchos los que ya están, inmortalizados por la palabra, pero jamás estarán todos los que son. Porque la esquizofrénica memoria del fútbol genera un amalgama de anónimos que no está al alcance de ningún relato periodístico.
Hemos hablado, en estos último meses, de futbolistas que tuvieron la oportunidad de codearse con los grandes, y acabaron sepultados ante tanto protagonismo. Son jugadores como Owusu-Abeye, Corradi, Galletti, Kehl, Malbranque o Farinós.
Hay anónimos, que simplemente nunca encontraron un buen escaparate para ejercer de estrellas. Son futbolistas apátridas, porque jamás vivieron en el país que se merecieron. Son aquellos como Shawky, Osman, Lopo, Frick, Trashorras, Losada, Díaz, o Sonck.
Encontramos por otra parte, una relación de nombres anónimos por “voluntad”. Simplemente, ellos no quisieron (o no pudieron) llamar la atención. Y sus carreras comenzaron y acabarán en el más dulce anonimato. Son reclutas de un ejército del que sólo los generales serán estudiados en la escuela. Son casos como los de Tavlaridis, Graff, Streller, Nene, Gardner, Mosquera, Tevenet o Eduardo Montoya.
Pero los verdaderos anónimos, los que sufren realmente la crueldad exacerbada de este deporte, son aquellos seres que, matriculados en ingeniería aeronáutica, jamás consiguieron un permiso de altos vuelos. Me refiero a jugadores con calidad, con talento, con carreras meteóricas que por cuestiones de comercio e industrialidad jamás saldrán a la luz. La tiranía de los medios los guardó en un cajón, por diversas cuestiones, y ya no tendrán la gloria que sus esfuerzos se merecen. Tal es el caso de futbolistas como Christiansen, Marcinho, Tymoschuk, Galca, Bouba Diop, Amoah, Perez, Duscher o Marcos.
Hemos hablado, en estos último meses, de futbolistas que tuvieron la oportunidad de codearse con los grandes, y acabaron sepultados ante tanto protagonismo. Son jugadores como Owusu-Abeye, Corradi, Galletti, Kehl, Malbranque o Farinós.
Hay anónimos, que simplemente nunca encontraron un buen escaparate para ejercer de estrellas. Son futbolistas apátridas, porque jamás vivieron en el país que se merecieron. Son aquellos como Shawky, Osman, Lopo, Frick, Trashorras, Losada, Díaz, o Sonck.
Encontramos por otra parte, una relación de nombres anónimos por “voluntad”. Simplemente, ellos no quisieron (o no pudieron) llamar la atención. Y sus carreras comenzaron y acabarán en el más dulce anonimato. Son reclutas de un ejército del que sólo los generales serán estudiados en la escuela. Son casos como los de Tavlaridis, Graff, Streller, Nene, Gardner, Mosquera, Tevenet o Eduardo Montoya.
Pero los verdaderos anónimos, los que sufren realmente la crueldad exacerbada de este deporte, son aquellos seres que, matriculados en ingeniería aeronáutica, jamás consiguieron un permiso de altos vuelos. Me refiero a jugadores con calidad, con talento, con carreras meteóricas que por cuestiones de comercio e industrialidad jamás saldrán a la luz. La tiranía de los medios los guardó en un cajón, por diversas cuestiones, y ya no tendrán la gloria que sus esfuerzos se merecen. Tal es el caso de futbolistas como Christiansen, Marcinho, Tymoschuk, Galca, Bouba Diop, Amoah, Perez, Duscher o Marcos.
Aún nos queda mucho trabajo, pero nuestro homenaje continúa. Gracias por vuestras visitas y comentarios, que nos hacen cada día más locos por seguir Escribiendo Fútbol. Por el reconocimiento de tantos anónimos, por el olvido del fútbol, que siga rodando el balón... ¡Viva el fútbol!
2 comentarios:
Y acá, estoico, seguiré posteando. porque hay muchos más anónimos por descubrir...
gracias Gunner por invitarme a postear!
Bueno me dijiste que te dijese que me parecia el blog ultimamente y aqui estoy. el blog ultimamente me esta pareciendo genial muy bien, sin duda.
Saludos
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